Osasuna llegó al cierre de mercado con los deberes hechos y una plantilla como mínimo tan competitiva como la de la temporada pasada.
Es imposible no comenzar hablando de las renovaciones para analizar este mercado de fichajes rojillos. Hace unos meses las incertidumbres de la plantilla estaban en la continuidad de jugadores importantes, con David García y Nacho Vidal afrontando su último año de contrato, y Moncayola con una cláusula por debajo de su valor real de mercado. El buen hacer de Osasuna empieza ahí, renovándoles y atándoles para varias temporadas, lo que ya dejaba toda la planificación enfocada a los fichajes. La otra gran incógnita era la continuidad de Budimir, máximo goleador la pasada campaña, y por el que los navarros tenían una elevada opción de compra.
Los primeros en llegar fueron Kike García y Jesús Areso, ambos con la carta de libertad. El joven navarro regresaba a casa tras marcharse de la cantera rojilla rumbo Bilbao, haciendo una importante apuesta de futuro con él y firmando un largo contrato. El delantero conquense era uno de los goleadores más cotizados en el mercado de mitad de tabla de la Liga. A pesar del descenso del Eibar, sus 12 tantos y su gran trabajo sobre el césped no habían pasado desapercibidos, y Osasuna se adelantó a todos los equipos.
Y tras ellos se confirmó la continuidad de Budimir, con un precio récord de 8M€, en una de las mayores apuestas de la historia rojilla. Arrasate aseguraba a su goleador y el equipo estaba prácticamente hecho, estando todavía en junio. Hacía falta un lateral izquierdo, y se intentó que fuera Manu Sánchez, pero el Atlético no cedía. Entonces se cerró la incorporación a coste cero de Cote, en la misma situación de Kike García, y que dejaba el equipo totalmente cerrado a falta únicamente de gestionar las salidas de los jugadores que no contaban.
Entre medias se ejecutó la opción de compra de Jonás Ramalho, un movimiento que no estuvo muy claro a nivel de comunicación y que parecía comprometido por su llegada en enero. Ya que los 700.000€ pagados para un año de contrato por un defensa que parte como una de las últimas opciones no parecían muy justificados. En ese momento era el único ‘pero’ en un mercado de fichajes sobresaliente. La marcha de Enric Gallego, con una cláusula contractual que obligaba a darle salida, se atascó, y hubo que rescindirle para dejar todas las salidas cerradas. Un movimiento que pudo haber sido más positivo para Osasuna y que dejó mal sabor de boca, pero que no hubo otra manera de hacerlo.
En ese momento ya sí se tenía la plantilla hecha, sólo quedaba esperar una oportunidad de mercado y que ningún jugador importante llegara con una oferta. Y sucedió lo primero, ya que el Atlético de Madrid finalmente accedió a ceder a Manu Sánchez. Los rojillos no lo dudaron y se hicieron con él, ya que mejoraba la plantilla, aunque generaba overbooking en la posición del lateral izquierdo. Y todavía faltaba un último capítulo, la llegada de Ontiveros justificada en lo indefinido del tiempo de baja Barja, completando así una extensa plantilla.
A estos nombres hay que añadir la vuelta de Róber Ibáñez y Jaume Grau tras cesión, haciéndose ambos con un hueco en el equipo más continuista que se podía esperar. Y es que de los 15 jugadores con más minutos de la pasada temporada, sólo ha sido baja Calleri, que tampoco era indiscutible, y para sustituirlo por Kike García y un ya recuperado Chimy Ávila. El coste de Jonás Ramalho para su rol y lo extensa de la plantilla, con la llegada de dos laterales zurdos y un extremo de última hora sin haber otras salidas son quizá los únicos ‘peros’ a un mercado casi perfecto. Y es que no deben empañar la gran gestión que ha supuesto mantener a los mejores jugadores del equipo, hacerse con Budimir cuando parecía imposible y redondear un equipo competitivo con jugadores con Kike García, Cote o Manu Sánchez.